La imagen es esta:
muy a lo lejos,
la materia descansa,
mientras dentro,
todo es un negro e infinito vacío.

Las escamas cortan
lo que para justificar su estancia allí,
debería ser aire.
Representa todo el valor y la fuerza
capaz de rendir ante él los imperios
y cada una de las doncellas que busca
en el rostro de las que horas antes desfilaban
por el salón de las fiestas.

La cola espera con la calma que caracteriza
al ataque próximo,
y las garras recuerdan lo encantada que estaría
de poder hacer en el, compañía.

Los dos haces de luz penetran,
al punto que desvían la atención
de las pequeñas llamas que desde las fosas
dan alerta de lo oculto,
la capacidad de reflejar, aparentar y convencer
a quienes solo cuentan con dos ojos,
de que la felicidad esta dentro de dos torneados
y firmes brazos.


Al observarle,
un espectador fascinado,
podría entender que tanta imponencia
es garantía segura de la satisfacción y los corazones
que tanto sueñan.

Un poco detrás,
el caminante observa
como miles de emociones le aseguran
que al permitirle salir
vería caer rendido a sus pies,
todos y cada uno de sus problemas.

Si nos fijáramos en el brazo,
el mismo que ha servido
para portar la espada,
forjadora del destino a fuerza de corte, destreza, Amor o Esperanza.
Veríamos como pasa la noventa y nueve aba cuenta,
sostiene y acaricia levemente su Magda,
muestra esa sonrisa
que tan solo los Iluminados comprenden
y se retira hacia la silenciosa nada.


Alguien.

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